Confieso que el día que me vi ante la posibilidad del camino “feminista” me dió un poco de miedo.
¿Qué podía hacer yo , humilde mujer del pueblo, allí donde otras mujeres, más preparadas que yo, habían fracasado
rotundamente? ¿Caer en el ridículo? ¿Integrar el núcleo de mujeres resentidas con la mujer y con el hombre, como ha ocurrido con
innumerables líderes feministas?
Ni era soltera entrada en años, ni era tan fea por otra parte como para ocupar un puesto así... que, por lo general, en
el mundo, desde las feministas inglesas hasta aquí, pertenece, casi con exclusivo derecho, a las mujeres de ese tipo... mujeres
cuya primera vocación debió ser indudablemente la de hombres.
¡Y así orientaron los movimientos que ellas condujeron!
Parecían estar dominadas por el despecho de no haber nacido hombres, más que por el orgullo de ser mujeres.
Creían incluso que era una desgracia ser mujeres...
Resentidas con las mujeres porque no querían dejar de serlo y resentidas con los hombres porque no las dejaban ser como
ellos, las “feministas”, la inmensa mayoría de las feministas del mundo en cuanto me es conocido, constituían una rara especie
de mujeres... ¡que no me pareció nunca del todo mujer!
Eva Duarte de Perón - La razón de mi vida